El que se vacía de sí mismo experimenta la misma sensación que cuando desaparece la fiebre alta: descanso-alivio, justamente porque el «yo» es llama, fiebre, deseo, pasión. Y así el pobre y desposeído, al desligarse de las ataduras apropiadoras del «yo», va, sumergiéndose en las aguas tibias de la serenidad, humildad, objetividad, benignidad, compasión y paz.
13 de agosto
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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