Las características de los impulsos espontáneos son la sorpresa y la violencia. Cuando estamos descuidados, somos capaces de cualquier barbaridad de la que nos arrepentimos a los pocos minutos. Y decimos: ¡qué horror! ¿qué hice? Pero ya está hecho. Con un arranque agitado somos capaces de arruinar en pocos minutos la unidad matrimonial o fraterna que habíamos forjado dificultosamente durante tanto tiempo. Es preciso vivir alerta sobre nuestros impulsos espontáneos.
5 de diciembre
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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