Uno queda abismado y estupefacto por la infinita humildad, por la enorme madurez y naturalidad con las que María asume el Misterio en medio de una inmensa soledad. La historia toda no será suficiente para agradecer y admirar tanta grandeza. Fue una escena inenarrable. María, consciente de la gravedad del momento y consciente de su decisión, llena de paz, en pie, solitaria, sin consultar a nadie, sin tener ningún punto de apoyo humano, sale de sí misma, da el gran salto, confía, permite y… se entrega.
27 de mayo
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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