Óyeme, desde el mar de arriba en que permaneces, desde el mar de abajo dónde estás. Creador del mundo, alfarero del hombre, Señor de los Señores, a ti, con mis ojos que desesperan por verte o por pura gana de conocerte pues viéndote yo, conociéndote, considerándote, comprendiéndote, tú me verás y me conocerás. El sol, la luna, el día, la noche, el verano, el invierno, no en vano caminan, ordenados, al señalado lugar y a buen término llegan. Por todas partes llevas contigo tu cetro de Rey. Óyeme, escúchame. No sea que me canse, que me muera.
Manual Senda - 1
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