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Deja que las cosas sean.



A nuestro derredor, a cada paso, acaecen a nivel nacional, laboral o vecinal sucesos que nos irritan, nos atemorizan o nos indignan, aunque a veces nada tengan que ver con nuestra persona. Una vez que se llega a la conclusión de que no hay nada que hacer de mi parte, y que, sin embargo, los hechos se harán porfiadamente presentes, he aquí la regla de oro: dejar que las cosas sean lo que son. No resistas. No te enojes, y en lugar de irritarte, tranquilamente, casi cariñosamente, deja que cada cosa, una por una, sea lo que es.

Ignacio Larrañaga - El sentido de la vida

23 de julio

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