TOV-Costa Rica
12 de abr de 2020
| El Pobre de Nazaret | 4. Los primeros pasos | Antorcha azul |
—Soy el Pobre de Dios, el Siervo de mi Padre. No tengo nada, y por no tener nada, ni siquiera tengo voluntad propia. Les contaré una historia: Las voces de la noche ascendían dulces, serenas, eternas. Nazaret dormía aún, y soñaba; caravanas de estrellas recorrían el firmamento. Una antorcha azul abrió, de repente, una hendidura en el firmamento, dejando tras de sí un río de luz blanca y azul. Era el Hijo de Dios, mejor, el Pobre de Dios. La antorcha azul se irguió como un estandarte en la roca más alta de la cima más alta del mundo, dobló las rodillas, extendió los brazos y lanzó un grito que llegó a los bordes del mundo. El grito decía: "Heme aquí que vengo, oh mi Dios, para cumplir tu voluntad". Y el eco fue rebotando de montaña en montaña. Al primer eco, el invierno contestó: La primavera está en mi corazón; al segundo eco, la muerte contestó: La resurrección está en mi corazón; al tercer eco, el vacío agregó: El Reino de Dios está en mi corazón.
Jesús estaba como tomado por una viva inspiración, y continuó como definiendo su propia identidad personal: —No soy un sembrador que esparce la semilla al viento; no he venido para rescatar a los muertos de las garras de la muerte; no he venido para esparcir flores sobre los tullidos o para limpiar a los leprosos de sus llagas. He venido para dar cabal cumplimiento a la voluntad de mi Padre. No preguntaré, no cuestionaré, no me resistiré, no me quejaré. No soy un profeta, ni un mensajero, ni siquiera un redentor. Soy un Pobre de Dios, sumiso y obediente, atento a lo que mi Padre desea. Por eso el Padre me quiere tanto, porque cumplo su voluntad. Este es mi destino, para eso he venido. Soy simplemente eso: el Pobre de Nazaret.