Cuando el «apropiado» presiente que su «propiedad» queda amenazada o la puede perder, suelta una descarga de energía emocional para la defensa de la propiedad amenazada. Es el temor, que puede tomar forma de sobresalto, ansiedad, agresividad. El temor es guerra; y ahí se hacen presentes las armas que defienden las propiedades: rivalidades, discordias, agresividades. El temor roba la alegría y la libertad interior, porque el apropiado se hace esclavo de su propiedad.
23 de junio
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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