Te bendigo en la lucha y en el trabajo, en las piedras y asperezas de la subida; y el llanto que hoy derramo es el dulce rocío de la corola de mi alma agradecida que te bendice en el tedio y en la pobreza, en la niebla gris de la tristeza, porque, así y todo, me diste, cariñoso, esta bóveda azul e infinita para cubrir, oh Señor, mi desdicha.
13 de marzo
El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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