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Consagración Integral



Espíritu Santo de Dios, que estas en mí, usa tu poder para entronizar a Jesús en mi vida y extender su reinado efectivo a todo mi ser, a todas mis actividades, a todas mis relaciones con otras personas.


Jesús, Hijo de Dios, te acepto plena y gozosamente como mi Señor, Dueño y Maestro. Aunque soy poquita cosa, dígnate ocupar a perpetuidad el trono de mi corazón.


A ti, luz que ilumina, verdad que libera, te consagro mi mente, mi memoria, mi imaginación, todos mis pensamientos y todos mis conocimientos Dame, Señor, tu visión de la vida, de las personas y de los acontecimientos. Vete grabando en mí tus pensamientos, tus ideales, tus criterios, tu escala de valores.


Hágase tu voluntad, Señor, en mí y en todas las criaturas. Conquista con la fuerza de tu gracia mi voluntad tan rebelde e inconstante; fusiónala en amor con la tuya. De antemano someto a tu señorío mis planes, deseos, sueños, ilusiones y esfuerzos.


PAUSA de dos minutos, sintiendo de nuevo en el silencio del corazón, lo que se ha dicho de estos cuatro párrafos.


Venga tu Reino, Señor, sobre toda mi vida afectiva. Extiende tu reinado de amor y paz a todas las zonas y niveles de mi subconsciente. Llena con tu presencia, con el amor del Padre y con los frutos del Espíritu todo el vacío que hay en mí. Y por tus heridas, Jesús, vete sanando todas las heridas que ves en mí.


Te entrego, Señor, mis sentimientos y en particular estos sentimientos negativos, que escapan a mi control… a cambio dame, Buen Jesús, los sentimientos y aptitudes de tu propio corazón.


Te consagro, Señor mío, este cuerpo, santuario de tu Espíritu, hasta la última célula del mismo. En particular pongo bajo tu señorío cualquier parte de mi cuerpo afectada o amenazada por la enfermedad. Tú, que vives en mí, usa, Señor, mis ojos para mirar, mis oídos para escuchar, mi lengua para dar expresión a todo y sólo lo que tu deseas. Bajo tu control pongo mis sentidos de gusto y tacto, con mis hábitos de comer, beber y dormir, y con todas mis sensaciones. Tuyas son mis manos, Señor, para trabajar, ayudar, bendecir y sanar según tus deseos. Guía mis pasos con tu Espíritu, para que me lleven donde tu deseas verme; que mi presencia sea allí señal de tu presencia.


PAUSA de dos minutos, sintiendo de nuevo en el silencio del corazón, lo que se ha dicho de estos tres párrafos.


En tus manos pongo mi salud, mi energía, mis habilidades y talentos, todos los recursos humanos y carismas de tu Espíritu, con todas mis actividades y ocupaciones, con mis éxitos y fracasos, con mi cansancio de cuerpo y alma. Haz, Señor, que pueda descubrirte a ti y servirte a ti en las personas que me rodean y en las que más te necesitan.


Te consagro mi familia, mi comunidad y cada una de mis amistades. Venga tu reino de paz y amor al lugar donde vivo y a los lugares donde me muevo y trabajo.


A tu señorío someto, Señor mío, todos mis vicios, malos hábitos, defectos, adicciones, fallos y limitaciones (en particular…). Manifiesta en mi flaqueza el poder de tu gracia (2 Co 12,9); donde abunda mi pecado, sobreabunde tu gracia (Rm 5, 20).


Virgen María, Madre de los pobres, me consagro también a ti. Si algo encuentras en mí que no es todavía de Jesús, entrégaselo a él. Ayúdame a vivir, como tú, en obsequio de Jesucristo, haciendo de mi persona y de mi vida un don pobre, pero completo a tu amado Hijo. Amén.


PAUSA de dos minutos, sintiendo de nuevo en el silencio del corazón lo que se ha dicho de estos cuatro párrafos.


Anónimo


(Por largos años el Padre Ignacio ha rezado esta oración cada noche antes de acostarse).

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