El adorador es una conciencia dominada por el asombro; y asombro es un desprendimiento, un salirse del centro de sí mismo, de aquellas ataduras, apropiaciones y adherencias mediante las cuales se ata a sí mismo y las criaturas a su argolla central. Sólo el asombro puede sacar al hombre de su aislamiento egocéntrico y liberarlo de las autocomplacencias y autosuficiencias. Se necesita estar libre de sí mismo para poder admirar y adorar.
6 de marzo El Sentido de la Vida – Padre Ignacio Larrañaga
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