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Hijas del egoísmo.



Desde las profundidades afloran a la superficie del hombre las energías salvajes, hijas del egoísmo: orgullo, vanidad, envidia, odio, resentimiento, rencor, venganza, deseo de poseer personas o cosas, egoísmo y arrogancia, miedo, timidez, angustia, agresividad.

Éstas son las fuerzas primitivas que lanzan al hermano contra el hermano, al cónyuge contra el cónyuge, obstruyen y destruyen la unidad. Sólo Dios puede bajar a las profundidades originales del hombre para calmar las olas. Controlar las energías y transformarlas en amor.

El sentido de la vida

1 de diciembre

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